El término fotografía proviene del griego y significa escribir/grabar con la luz. Mientras que el concepto agricultura, dice relación con el cultivo de vegetales destinados para la alimentación; vegetales que no puede existir sin la presencia de luz.
Pero además de la estricta adicción por la luz entre plantas y fotógrafos, para el destacado cazador de imágenes Glenn Arcos Molina, la agricultura tiene mucha relación con la fotografía. “Es como cuando antes veías aparecer una fotografía en el revelador, para mi es lo mismo, es ver el fruto de algo que yo mismo planté. Mis dos grandes pasiones son la agricultura y la fotografía”, señaló.

Este cronista visual antofagastino, de profesión diseñador gráfico y enraizado con el desierto, nos comentó que hace 27 años tomó la cámara y nunca más la soltó. Dan certeza de esa decisión las más de 4.090 fotografías publicadas en el diario más importante de Chile, y sus diversas participaciones a nivel internacional. Glenn Arcos, también es profesor de la Universidad Católica del Norte, y se llena de orgullo cuando se presenta como fotógrafo personal y amigo del destacado escritor y poeta del Norte Grande, Hernán Rivera Letelier.

Hoy, Glenn mezcla el arte con la agricultura, y ha tenido la oportunidad de viajar y seguir creciendo. Sobre su paso por Israel, comentó: “me invitaron a participar en un seminario de liderazgo, donde también se conversó sobre temas relacionados con el cultivo en el desierto, respecto de cómo ellos podían cultivar y cómo trabajaban, nos mostraron todos los procesos. Yo era parte de una delegación, pero al final el objetivo era que muchos de los invitados llegaran a cultivar en el desierto. Esa experiencia la aproveché y comencé a cultivar”.
Glenn considera que la experiencia de visitar Israel le permitió conocer tecnología de agricultura, para saber cómo trabajar en el desierto y cuál era la viabilidad de cultivar en una zona con esas características. “Ver un desierto árido, sin nada y después ver un vergel, me motivó mucho más para traer esas ideas al norte de Chile”, agregó.
Desde ese momento, comenzó a buscar un terreno y llegó hasta la asociación “Alto en la portada”, donde junto a otros agricultores que se dedican a lo mismo, hoy abastecen los hogares de Antofagasta con su producción de hortalizas, frutas y verduras; todas cultivadas con agua desalinizada de mar.

“He cultivado distintos tipos de cosas, desde tomates, berros, ciboulet, lechuga, albahaca, rábanos, melones. Sin embargo, y de forma mucho más potente, desarrollé el tema de la hierbabuena para el consumo de los bares y restaurantes de Antofagasta”, enfatizó.
Inicios en la agricultura
El amor por la agricultura la inició gracias a su familia. María Ignacia Molina, su madre, fue la primera que confió en su proyecto. “Apostamos cada vez más, siento una gran satisfacción porque ella logró ver en vida los frutos de nuestra producción, llegamos a enmarcar nuestro primer billete de la venta de una lechuga; eso es lo más bonito y lo que me reconforta en el corazón”, indicó.
Así también, el actual director del Centro Cultural Estación Fotógrafo de Cerros, nos contó sobre sus primeros pasos con la producción tomates y sostuvo: “eran chicos y ácidos, pero yo sentía que había hecho tomates orgánicos, por lo que los tomates salían con la fuerza que le había dado la tierra y nada más. Esa experiencia me hizo sentir el olor del tomate, el sabor, lo cultivé como lo cultivaba mi abuelo. Justamente era lo que buscaba tener; un producto orgánico, sin pesticidas, sin veneno”.

Para Glenn es el esfuerzo que ha colocado el motivo de su crecimiento. Nos invita a atrevernos, a ser perseverantes, a creer en los sueños. Nos cuenta que el hecho de no ser agricultor significó que tuvo que hacer doble esfuerzo, que implicó invertir y gastar mucho. Agrega que, hubo personas que se rieron de él porque sus productos no eran los mejores al comienzo, que hubo momentos en los que se equivocó y las cosas no salieron como le habría gustado, sin embargo, aprendió en el ejercicio del error y el acierto, y logró tener producciones que son un logro en el desierto; producciones de lechuga que llegaron al supermercado, de yerbabuena, de menta y otras.
“Trabajando, cultivando y avanzando” es el lema que sigue Glen, el único del grupo que viajó a Israel que terminó cultivando. “La mejor prueba que tenía, era comer la lechuga con mi madre o cuando nos visitaban los vecinos y comíamos la lechuga que se cultivaba ahí mismo”, aseguró.
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Este negocio familiar se fue ampliando con un total de 20 camas, de 2 metros de ancho por 18 de largo, de producción mixta (fibra de coco y raíces flotantes). “Hemos estado experimentando con frutilla, ahora tenemos ganas de producir sandía, ya que las condiciones de la zona nos permiten esa producción”, agregó Glen.

Experiencias colaborativas
Glenn no solo ocupa la capacidad de percibir sensiblemente su entorno visual para captar el mejor momento y encuadre de una fotografía, también es testigo ocular y privilegiado de la realidad social e histórica de su región
Ha aprendido que siempre hay un enriquecimiento a través de la migración en el tema agrícola. Nos cuenta, a modo de ejemplo, que con un joven colombiano aprendió a anudar los tomates, con una persona boliviana aprendió acerca del uso de nutrientes, formas y “mañas” de la agricultura; técnicas que manejaba el boliviano y que no manejaban lo chilenos.
Sin embargo, su experiencia no solo cuenta de aportes de extranjeros, también ha trabajado con amigos apasionados por la agricultura, y con personas que quieren cultivar en el desierto.
Para finalizar, Glenn enfatizó en que es el Estado quien debería facilitar y ayudar a la gente a desarrollar proyectos de este tipo, donde se pueda encontrar la oportunidad de producir en un terreno, para no quedarnos con los brazos cruzados cuando la minería se acabe.

El último gran fotógrafo de prensa del Norte Grande, parece haber interpretado los signos de la época. Y cuando la gran industria de prensa escrita, cede su hegemonía comunicacional ante la irrupción digital, Glenn Arcos Molina, decide una vez más atreverse, y nuevamente domesticar la luz, pero esta vez para producir alimentos con agua de mar en el desierto más árido del mundo.
Por: Keyla Larrea G. y Paula Herrera
Foto principal: Nelson González / Fotos generales: Glen Arcos.
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