Todos los días más de dos toneladas de alimentos totalmente aptos para consumo humano son desechados en la Vega Central de Antofagasta y el Terminal Agropecuario de Calama.
Se trata de productos de origen vegetal que mantienen intactas sus propiedades nutritivas, pero que debido a algún pequeño defecto de apariencia, tamaño u otro, son dejados al margen por los compradores y terminan en la basura.

Recuperar estos productos y revalorizarlos mediante su transformación en otras alternativas alimentarias es el objetivo de un proyecto impulsado por el Departamento de Ciencias de los Alimentos y Nutrición de la Universidad de Antofagasta, con financiamiento de Corfo y el apoyo de la Agencia Chilena para la Calidad e Inocuidad Alimentaria (Achipia).
La iniciativa se divide en tres etapas que están relacionadas con el levantamiento de información y elaboración de un modelo de gestión, la transferencia tecnológica y la difusión. Como punto de partida ya se evaluó la cantidad de alimentos que son desechados todos los días desde los principales mercados agrícolas de la región.
“En Antofagasta se botan 5 o 6 toneladas de materia orgánica al día y de ella una tonelada y media es producto apto para el consumo que no se comercializa porque se rompió un ganchito o tiene un golpe. En Calama calculamos de media tonelada a 800 kilos diarios, es decir, tenemos más de dos toneladas de alimentos en buen estado que se está perdiendo todos los días”, señaló María José Larrazábal, doctora en Tecnología de Alimentos y directora del proyecto “Valora Alimentos”.
La iniciativa, denominada “Valora Alimentos”, se plantea como meta final elaborar un modelo de gestión que permita recuperar alimentos que son aptos para consumo, generando valor con ellos mediante su transformación en otro tipo de productos.

El proyecto ya dio uno de sus primeros pasos. Gracias al apoyo de cocineros y chefs se desarrolló un recetario de preparaciones elaboradas a partir de productos recuperados y en agosto se realizó con mucho éxito una degustación a público en general en Antofagasta y Calama. Así también, en el mes de septiembre se realizó otra degustación en el parque Brasil, con motivo de la celebración del Día Internacional del Desperdicio Alimentario.
“Queremos generar carteras de proyectos para uso alimentario, trabajar por ejemplo con emprendedores que puedan hacer mermeladas, salsas, harinas verdes u otros productos a partir de lo que es posible recuperar en ambos centros agropecuarios”, indicó la directora.
El proyecto también se puso como meta abrir una segunda línea de trabajo con los productos orgánicos que, por motivos sanitarios, ya no son aptos para consumo humano, como los tallos y hojas, que se pueden emplear en alimentación animal, para la fabricación de envases y, en última instancia, para compostaje.

María José Larrazábal destacó el gran potencial que tiene este tipo de iniciativas, sobre todo en el norte del país, donde los productos vegetales son escasos y los precios normalmente son elevados.
“Esto tiene tres grandes impactos: el rescate del potencial nutricional de los alimentos, porque lo que se está botando actualmente son alimentos con vitaminas, minerales, nutrientes que son caros en la región; el impacto ambiental, es decir, que no llegue a los rellenos sanitarios e impacte en la producción de CO2; y como tercer elemento está el impacto social, que tiene que ver con hacer un uso eficiente de los alimentos y contribuir a la educación de la población”, agregó.

Esta innovadora iniciativa podría cambiar el panorama actual del norte del país e ir reduciendo las cifras de desperdicio alimentario, considerando que según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicia en el mundo, lo que representa unos 1.300 millones de toneladas de alimentos al año.
Por: Iván Pereira Pizarro / Fotos: Cortesía
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