Más de dos mil seguidores tiene la red que impulsa su cuidado y protección del mismo ser humano.
El Río Loa, Santuario de la Naturaleza y el más largo de Chile, está próximo a recibir un nuevo nombramiento como el primer humedal urbano que se sitúa en Calama (Región de Antofagasta) en pleno Desierto de Atacama y donde se logra apreciar una vegetación endémica.
Los impactos que ha traído la tecnología son negativos y positivos, pero dentro de este último aspecto está el perfil de Instagram “Cuidemos el Loa”, una cuenta impulsada por Francisco Wilson, quien llegó en septiembre del 2020 a vivir en dicha ciudad.
Cuenta que en sus primeros días notó una gran cantidad de desechos y residuos en lugares que son emblemáticos. En su transitar por la cascada y el río, siempre dejaba registro fotográfico y luego de cuatro meses observó que la basura seguía en aumento. Por esa razón, decidió crear esta cuenta para dejar una visualización de la contaminación que sufre el Río Loa.
El ariqueño cuenta que partió solo con esta iniciativa y siempre que terminaba su jornada laboral se acercaba a estos sectores para hacer limpieza. “En el inicio partí sólo o en algunas ocasiones me acompañaba una colega del trabajo hacer la limpieza. Así fue como comencé a darle vida a la página del Instagram”, relata Wilson sobre la comunidad que cuenta con más de dos mil seguidores.
A través de la difusión de este contenido, mucha gente se sintió identificada con lo que se realizaba y se fue gestando un grupo de 20 personas que tienen entre 16 y 60 años. “Es bastante diverso el grupo de los ciudadanos que responden a los llamados, porque lo que hacemos es generar sensibilidad y consciencia con nuestra labor. También realizamos convocatorias para que llegue gente a limpiar algún punto de la comuna”, cuenta el ambientalista.
El líder de la organización no desconoce que mucha gente entregó un calificativo negativo de la comuna, pero él piensa lo contrario. “Muchos me dijeron que Calama es feo, pero cuando llegué conocí toda la comuna. Para mí es hermoso y muy bonito encontrar puntos dentro de la comuna que te conectan con la naturaleza y toda la ave y fauna que hay entorno a ello. Calama es una ciudad conectada de manera transversal a la naturaleza, pero la población no le da la importancia que corresponde”.
Botellas de cervezas, latas, papeles higiénicos, colillas de cigarro, plástico y restos de comida, son los principales residuos que se encuentran en el santuario y que con el correr de los días se transforman en microbasurales. “La gente puede ir a estos lugares a compartir, pero los debe cuidar. Nosotros a través de la educación queremos generar este cambio, porque ese desecho termina contaminando toda la cadena alimenticia”, profundiza Wilson.
SURF EN EL LOA
En plena madrugada Jorge y sus amigos se alistan para salir de Iquique rumbo al límite fronterizo entre la región de Tarapacá y Antofagasta. Su viaje tiene como destino una ola irrepetible a lo largo de todo el territorio nacional, que se encuentra en un entorno desértico con grandes cordones montañosos y la desembocadura del Río Loa en el Océano Pacífico.
Jorge Mix (43), rider iquiqueño desde los nueve años, nos cuenta que su primera experiencia surfeando en el “Loa” fue a los 17. “En esa época no todos conocían la ola, la primera vez que fuimos con mis amigos sentí una conexión única con la naturaleza, ya que es un lugar mágico”.
Viajar a un lugar fuera de lo tradicional que regala momentos únicos, es algo especial e incluso increíble para el ejecutivo de seguros. “El entorno es hermoso por la combinación entre desierto, río y playa. Además, muchas veces nos hemos encontrado con especies distintas como lobos marinos y variedades de aves”, recuerda el amante de las olas.
A las seis de la mañana llegan los iquiqueños a surfear, se bajan de sus vehículos con los primeros rayos de luz del sol para alistarse con sus trajes y tablas y entrar al mar.
Dos días de conexión dura el periplo en la frontera natural, donde los riders y surfistas disfrutan de su pasión. “Nosotros ingresamos al agua apenas llegamos, nos quedamos surfeando hasta antes del mediodía. Después salimos a comer una colación, tomamos algo caliente para abrigar el cuerpo, y descansamos para volver a la segunda sesión. En la tarde aprovechamos de armar el camping y la misma vez comenzamos a hacer la parrilla para esperar la noche. Y al otro día nos levantamos temprano para surfear los últimos momentos en el lugar”, explica.
Su fascinación por este lugar llegó a tal punto de que en un momento se pensó construir una choza y proponerlo como un lugar de encuentro para todos los amantes de las olas, pero esto no ha prosperado aún.
La misión que hoy realiza el deportista radica en traspasar estas experiencias a las nuevas generaciones, la cual trata de no solo ir a surfear a la zona, sino de disfrutar de una tranquilidad impagable, de lo hermoso que es el lugar y por sobre todo, conectarse con la naturaleza.
“Hemos llevado varios chicos a correr la ola, les enseñamos sobre el cuidado que deben tener con estos espacios naturales. Ellos quedan fascinados con el lugar, porque es hermoso combinar una buena ola con un lugar único en la zona que rompe los actuales escenarios para surfear”, reflexiona Mix.
Sin duda, este espacio congrega desde los menos inescrupulosos hasta los más conscientes en términos ambientales. Estos últimos, lo aprovechan como un medio de distención y deportivo, pero saben que requiere de cuidados y respeto para que siga brindando las sensaciones que provoca entre sus visitantes.
Por: Iván Pereira / Fotografías: Cortesía
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