El acceso a servicios, productos y cultura, es un estándar de vida que ha sido determinado por la globalización para el bienestar humano en las grandes urbes como Sao Paulo, Bogotá, Londres, Nueva York y hasta Santiago de Chile. Sin embargo, si nos despojamos del mundo hiperconectado y nos adentramos en el campo de Latinoamérica y su paisaje agropecuario, podemos evidenciar que las brechas entre las potencias tecnológicas y el llamado “tercer mundo”, son mayores con la introducción de la agricultura 4.0.

Un claro ejemplo de esto, se ve reflejado en Alemania, donde el 80% de sus agricultores han convertido sus granjas en terrenos inteligentes, utilizando Big Data para la cría de animales e Inteligencia Artificial (IA) para mejorar las condiciones de crecimiento de las plantas. Mientras que en California (Estados Unidos), robots cosechan frutas y drones reciben órdenes por medio de algoritmos alimentados por sensores para fumigar o destruir una polilla invasora.

Hoy estas realidades no solo las podemos observar al otro lado del mapa, sino que son apuestas que también están ocurriendo en los valles, los cerros, las caletas y la pampa de nuestro Norte Grande, donde se ha intensificado la producción agrícola en los últimos años, entendiendo que el futuro es verde y que se debe tener un plan b en este territorio donde no abunda el recurso hídrico, sino que todo lo contrario.

MIRADA PÚBLICA

Para el seremi de Agricultura de Tarapacá, Fernando Chiffelle, en estos momentos hay una presión latente, puesto que la FAO (Fondo de la ONU para la Alimentación) dice que debemos producir un 50% más de alimentos de aquí al año 2050.

“Eso significa que el alimento que estamos trayendo de otras zonas puede ya no llegar, ellos también van a vivir afectados por la misma situación, por lo tanto, van a darle prioridad a su región para alimentarla y van a perjudicar de alguna forma, a las regiones que le están abasteciendo en este minuto”, declara.

La ecuación de generar alimento con menos agua es compleja y para el secretario regional, se hace aún más difícil “porque además del incremento de producción de alimentos, también está el crecimiento de la población, por lo que la gente va a demandar más agua para consumo humano, que tiene prioridad, y es el primer destino que existe. Por lo tanto, se va a haber mermada la disponibilidad de agua para cumplir con la agricultura”, enfatiza.

PROPUESTAS

En el camino para tratar de soslayar este futuro no auspicioso sobre el recurso natural, Chiffelle menciona que debemos dejar el enfoque en la agricultura tradicional que aún sigue imperando en el desierto más árido del mundo, con técnicas ancestrales como el riego por inundación persistente en los territorios locales, como en el pueblo de Chiapa, en la comuna de Huara, e investigar nuevas tecnologías, y es así como han llegado a los invernaderos hidropónicos que se han instalado en la Pampa del Tamarugal.

Si se continúa por este sendero, la dependencia tecnológica se hace inevitable y es allí donde emerge otra problemática, que tiene que ver con la productividad de los diferentes rangos etarios.

“Nuestros agricultores tienen una edad promedio entre los 65 y 70 años, es decir, en una década ese perfil de agricultores no va a estar en nuestra geografía trabajando para producir alimento, sino que tenemos que hacer un recambio generacional que va muy asociado a la tecnología. Ese nuevo agricultor que se va a integrar a la producción agrícola va a tener una predisposición distinta a estar trabajando con la pala y el azadón, con la chupalla o a pleno sol, sino que tiene que ser un cambio generacional. (El nuevo agricultor) Va a tener que trabajar bajo el invernadero, bajo un clima controlado y desde el celular, abrir y cerrar válvulas o a través de un dron estar fertilizando y utilizando la tecnología del siglo XXI”, agrega el representante de la cartera.

IDEAS VINTAGE

Existen otros sectores donde la energía solar representa un 100% de su funcionamiento. Se trata de la Cooperativa Pampa Concordia, ubicada en los valles tropicales de la Región de Arica y Parinacota y donde “no existe la energía convencional, los procesos que se hacen son a través de dos máquinas que usan solamente energía fotovoltaica”, asegura su gerente, Pedro Olivari.

En un poco más de mil hectáreas y con siete pozos que logran abastecer el 25% de la demanda total de agua, Agro Concordia logra obtener hortalizas como, pimiento, cebolla y zapallo italiano o también frutos como golden berries, tomate cherry, maracuyá o papaya Formosa.

Manuel Donoso, uno de los socios, cuenta que en el invernadero hidropónico donde se cultiva la yerbabuena y la Passiflora edulis (maracuyá), se ha trabajado con un hito tecnológico vintage que experimentaron los botánicos en los años setenta: la música.

 “Una manera de incentivar a las plantas era colocarle música, entonces empezamos a probar con distintos tipos. Por ejemplo, con el reggaeton y con los sonidos medios caribeños, la planta no se desarrollaba bien, hasta que mi hijo me dijo ‘cómo no pruebas con el rock’. Ubicamos una radio que toca el rock todo el día y probamos con eso; encontramos que este género incentivaba a las plantas. De hecho, hicimos un experimento en nuestro invernadero que tiene 50 metros de largo, entonces solamente le colocabamos música a una parte y a la otra mitad. Al cabo de un tiempo, la que tenía música, los frutos se desarrollaron mejor y tenían mayor cantidad de fruto que el otro sector que no tenía melodías”, explica.

NO TODO ES MINERÍA

El cambio climático es otro factor relevante en lo que a producción agrícola respecta y desde el corazón del Desierto de Atacama, en Antofagasta, su seremi de Agricultura, Pablo Castillo, confiesa que “lo que necesitamos ahora es la inversión en tecnología de innovación, porque no solamente tenemos que quedarnos en una agricultura autosustentable para las familias, también, debido a la pandemia, la región necesita la seguridad alimentaria y para eso, nuestros agricultores tienen que elaborar los productos que nosotros vamos a consumir, aunque también pasa por un punto de comercialización”.

Los pensamientos de desertificación y escasez hídrica están latentes en todo momento a la hora de generar estrategias en la segunda región del país. Por esa razón, “hemos desarrollado siempre nuestra agricultura con todos esos puntos críticos, como la calidad del agua, la poca agua, la cantidad de radiación, suelos con minerales y los distintos factores físicos químicos que presentamos en la Región de Antofagasta. Entonces ¿cómo podemos proyectarnos en procesos productivos agrícolas en un futuro? Es un mercado que se tiene que expandir y que tiene que si o si dejar de ser una agricultura tan rudimentaria, para que sea un foco económico importante para la región y no solo la minería”, sostiene Castillo.

El resultado de estos planteamientos se observan en la Fundación de Innovación Agraria (FIA) con el Laboratorio del Desierto, un proyecto conjunto con la I y II Región, que busca desarrollar la agricultura del desierto en nuestra macrozona, apuntando a incorporar tecnologías, capacitar recurso humano en los distintos niveles y así generar más alimento.

MIRADA LOCAL

En tanto, para Miguel Morales, Gerente General de Ferretería Agricola Aqualine Ltda. , empresa de productos y servicios agricolas, dicho recambio debe ser vinculado con los aspectos culturales y económicos.

“Desde la compleja dimensión humana, creo que es prioritario considerar en la introducción de la innovación tecnológica agrícola, un acompañamiento  interdisciplinario que potencie una educación sustentable recreada en la vivencia misma de la nueva práctica de innovación de tecnología agrícola.  Si no acompañamos y facilitamos una permanente comunicación efectiva con nuestros beneficiarios, no podremos incentivar el entendimiento del por qué es más auspicioso una tecnología por sobre la que han desarrollado generaciones tras generaciones”, agrega.

Aunque la historia de la humanidad está definida por los cambios tecnológicos que con el tiempo han extinguido distintos oficios o formas de producción, la agricultura es la actividad humana que desde hace diez mil años vino para quedarse, porque consumimos productos agrícolas en las mañanas, al almuerzo y a la hora del té. 

Todo indica que el campesino 4.0 dejará esa postal folklórica de manos curtidas que surcan la tierra con su azadón, para dar paso a un agrogestor que deberá realizar labores de apoyo a la tecnología, que se centren en satisfacer un mercado más exigente y unas condiciones que incorporen al agro a la marcha del siglo XXI.

Por: Francisca Cabello Iiarte, Ivan Pereia y Keyla Larrea G. / Foto portada Keyla Larrea G. Foto: Cortesía

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