Su necesidad por ver un entorno verde le ha hecho hacer locuras para mantenerlas vivas y hoy cultiva sus propios alimentos.

Los colores del atardecer se reflejan en los chimbombos de pisco que recicló de un restaurante Javiera Pavez Seguel y que son parte de las tantas cosas que se encuentran en su jardín, ubicado en una casa al sur de Iquique.
Nació en Santiago y a los siete años llegó al norte. Lo que recuerda es una ciudad pequeña, sin edificios y los cerros cafés, algo que la impactó profundamente, por eso cada vez que iba a la feria escogía la albahaca que tuviera el tallo café, para luego poder plantarla.


A los 27 años se fue a vivir a un departamento y ahí comenzó a tener sus propias plantas. Se las compraba a don Gabriel, un hombre que se pasea por el centro de la ciudad con un carro de supermercado vendiendo diferentes especies, que después Javiera trasplantaba en una pequeña jardinera, a la que tenía acceso solo si se encaramaba entre los barrotes.
Con humor cuenta la anécdota de que “estaba tan loca con mis plantas, que la regadera se me hacía muy pesada y no se me ocurrió nada mejor que buscar un gasfiter y saqué manguera por la lavandería y por el balcón. Hasta el día de hoy tengo sueños de eso, de la locura que hice, porque daba como diez vueltas en la cocina llenando la cubeta de agua, entonces ya no podía”.
Luego de una década de vivir en departamento, pudo cambiarse a una casa. Empezó a barnizar las cajas de tomates que son las repisas para cada macetero, generó una jardinera para cultivar sus variedades de tomates cherry, perejil crespo, acelga, lechugas, entre otros alimentos.
“Querer es poder”, es la frase que siempre se repite y algo que esperaba realizar, era el poder trabajar con la naturaleza.

“Yo pensaba, ‘yo quiero plantar, yo quiero hacer crecer vida, pero además yo quiero aprender a hacer vida’, porque es re fácil comprarte una semilla, plantarla y que te crezca, regarla y te la comiste, no, no es eso, es aprender el proceso y donde me sentí poderosa es que en cada cosa que plantaba la hacía crecer”.

Javiera Pavez Seguel


Ve la evolución que han tenido cada una de ellas en su jardín y también el feedback que ha generado con sus conocidos, quienes la felicitan por sus habilidades en la jardinería. “Ha tenido un impacto positivo en mi entorno, de hecho, a raíz de eso mismo la gente me ha hecho pedidos, la gente me dice ‘quiero aprender’, ‘enséñame’ y piensan que mis conocimientos los puedo transmitir y validarlos en otras personas y eso es entretenido, porque finalmente, dices ‘lo que estoy haciendo está repercutiendo y la gente igual se interesa’”, dice Javiera.


Durante el confinamiento se dedicó de lleno a mantener este espacio, que ha sido construido por materiales reciclados y en otro sector tiene secando flores para retirar las semillas, que luego pretende donar a las huertas que se están creando en los espacios públicos. Luego de un año de estar conociendo cada especie y de guiarse por intuición y por los ciclos de la luna, ya ve el crecimiento y la decena de hijuelos que han tenido sus plantas, algo que la enorgullece y en lo que espera seguir trabajando todo este año para lograr la soberanía alimentaria.

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