El rescate de una viña en medio del desierto más árido del mundo es una realidad degustable, premiada y turística.
Francisca Cabello Iriarte

El poder que tiene la naturaleza nos vislumbra diariamente si sabemos observarla y se hace aún más poderosa con la ayuda humana. Un ejemplo de esto, se sitúa a mil metros de altura y se denomina “Vino del Desierto”, un producto vitivinícola que emerge extraordinariamente desde la salinidad de la Pampa del Tamarugal, uno de los desiertos más áridos del mundo.
Fue en estos inhóspitos terrenos donde se cultivaba allá por el siglo XVI, cuando la Región de Tarapacá aún pertenecía al territorio peruano, los distintos viñedos que se situaban en los oasis de Pica, Matilla, Valle de Quisma y Chintaguay, entre otros.
Según los antecedentes históricos de los vides en Tarapacá y que son parte del relato andante cuando uno toma el tour de la “Ruta del Desierto”, es que estos trabajos terminaron entre el 1937 y 1949, principalmente por la expropiación de las aguas hacia la ciudad de Iquique.
Ingrid Poblete y Marcelo Lanino, son dos académicos de la Universidad Arturo Prat que se han convertido en la pareja insigne, si de recobrar la vida de estas tierras se trata, ya que han visto crecer racimos de diferentes tonalidades desde el 2003 y que hasta la fecha se reconocen como las cepas País, Gros Colman, Ahmeur bou Ahmeur, Torrontés Riojano y Tamarugal.

La labor de hacer crecer uvas en medio del ferviente sol y las bajas temperaturas por la noche, ha sido toda una travesía dada las propiedades de estas tierras, que según catalogó Poblete, es un salar activo.
“Aquí tenemos agua que provienen de napas subterráneas, tenemos una alta evaporación lo que hace que ascienda el agua, se evapore y las sales queden en superficie (…) el salar forma una costra dura en superficie que puede tener un par de centímetros de espesor y puede llegar a un metro”, explicó.
Debido a estas condiciones, “acá estamos hablando de suelos salinos que en términos generales, para los frutales no es adecuado, en general los frutales son muy sensibles, sin embargo, las plantas con las cuales trabajamos y que dan vida al Vino del Desierto tenían esa característica, que lograron sobrevivir y crecieron en estas condiciones que son adversas, no solamente desde el punto de vista del suelo que es salino, sino que también desde el punto de vista climático”, precisó la ingeniera agrónoma.

La palabra “innovación” no es precisamente la adecuada para definir este proyecto, pero sí es un claro intento de preservar la cultura vitivinícola de la que no toda la población tarapaqueña está al tanto y se ha logrado continuidad en el tiempo gracias al aporte y apoyo de la casa de estudios y el Gobierno Regional.
IDENTIFICACIÓN
La primera parada de este tour los lleva a las dos hectáreas de plantas madres que se lograron recuperar en el tiempo y que tras diferentes muestras moleculares y varios institutos y laboratorios internacionales, lograron identificar todas las cepas descubiertas en la pampa, menos una.
Se trataba de un genotipo blanco de baya grande que no se identificó con ninguno de los siete mil patrones genéticos y por esa razón, se decidió registrar dicha cepa en el Servicio Agrícola y Ganadero de Chile (SAG) como “Tamarugal” y se convirtió en la primera cepa vinífera chilena originaria de la Primera Región del país.

RUTA
Desde el mirador que está construido encima de los montes de sal, se puede apreciar la Cordillera de la Costa hacia la derecha y Pica y Matilla hacia la izquierda. En medio de estos paisajes, se sitúan las nuevas plantaciones de uva que en los meses de verano se están fortaleciendo para que en marzo se de paso a la vendimia, actividad que se realiza desde el 2006 en el Estación Experimental Canchones.
Para entender más acabadamente el proceso, los profesionales explican en el mismo espacio de elaboración las máquinas que utilizan para fabricar tanto el vino tinto como el blanco, que no son tratados de la misma forma. Luego, se hace una muestra de la cava que conserva las botellas a 20°C aproximadamente y se finaliza con la tan esperada cata.

El sabor del vino es más bien un gusto adquirido que si se obtiene descubrirás un mundo de sabores y saberes, ya que se puede armonizar con diferentes alimentos y es allí donde la economía circular se hace protagonista, porque cada uno de los maridajes con los que se acompañan las diferentes cepas son degustados con productos gastronómicos y emprendimiento 100% locales, ya sean mermeladas, bombones, trufas y quesos, entre otros.
La Tamarugal se muestra en sus dos preparaciones, la primera es un clásico vino blanco dorado, pero la segunda es una experiencia totalmente diferente que se aprecia desde que te sirven una copa, ya que a pesar de su botella cae al cristal tal cual como si fuera un espumante y en el paladar se siente su dulzor parecido a un moscatel.

Para los amantes del tinto la Gros Colman es una buena opción para todo el año ¿por qué? Al ingerirlo se aprecia un final corto, no es intenso y sin problemas se puede llevar al refrigerador para darle un golpe de frío igual que un pinot noir.
La proyección de esta iniciativa que se financia con fondos públicos, tiene un futuro próspero que se ha consolidado aún más con las medallas de oro CAtadór 2018 y Catad’Or Wine Awards 2020, por lo que esta ruta se vuelve uno de los puntos turísticos del norte, a la hora de visitar la Pampa del Tamarugal.
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