Francisca Cabello Iriarte
No podemos permitir que nuestro comportamiento nos haga volver al encierro en temporada estival.
Prohibido retroceder
Recorro los pasillos de cemento en bruto buscando a las caseras que había dejado de ver desde marzo en el Persa Evans. Ese mes donde todo comenzó en Iquique y que tras nueve meses de confinamiento, recién parecen diluirse.
Fue esa «querida etapa» la que nos despojó de los bares y los restaurantes, que son parte importante del turismo en la región, dejándolo en evidencia con la apertura paulatina, cuando aún ni siquiera pasábamos a Fase 3.
Pero bueno, haciendo un resumen de lo sucedido durante este período, estuvimos palpando a más no poder el habernos convertido en la última zona del norte en salir de dicha transición y la primera, durante muchos días, en tener las cifras más altas de casos Covid-19. Y es que no somos los primeros en la tabla de posiciones futboleras, pero sí para la pandemia, fíjate tú, en algo teníamos que ser pioneros.
Continuando con lo del principio, mi estadía en las ferias del terminal suelen ser más extensas, sin embargo, los locales abiertos llegaban a ser el cuarto de la ocupación total y quedé con tragedia, ya que siempre cachureo y me sumerjo en las montañas de ropa para sacar a $100, obviamente que siempre acompañada de mi inhalador y pañuelos por si la alergia emerge.
Desde que pudimos volver a entrar a las ferias de ropa americana fui dos veces e igual no me defraudó, porque encontré full cosas para el verano 2021.
Eso fue un poco antes de viajar a la Quinta Región por temas familiares y nada po’ regia allá. Con la emoción más grande de la vida llegué a Concón, comuna que nunca se fue a cuarentena, entonces cuando me contaron que iríamos a sentarnos a un restaurante, pero onda LITERAL, no podía más de lo agradecida.
Pasaron los días y anunciaron el cambio de fase en Viña, donde estaba alojando, así que imagínate, la algarabía al 100%. Tampoco es que salí como perro enjaulado, pero sí me di el espacio para compartir en lugares no muy frecuentados y, al igual que en Iquique, me movilizaba solo por las app de transportes para ir sola en el vehículo.
Aproveché también de ver a algunas amistades y hubo algo que se me quedó en la memoria todo el rato y es que cuando ya se anochecía úrgidamente me decían que había que pedir el transporte tipo mucho antes del toque de queda, ya que pasado el horario inexistencia de locomoción.
Me puse a reflexionar ese comportamiento y es que daba para pensar, porque en el caso del iquiqueño la situación sería distinta, o sea, anda a pasarte de la hora e igual encuentras movilización. Es que la idiosincrasia es así, igual como las propuestas de paraderos para la ciudad que no muchos aprueban argumentando que el iquiqueño es así, ya está acostumbrado a parar las micros a la mitad de la calle y por más contingente policial que haya, va en nosotros decidir infringir o no las normativas, ya que como vimos, ese panorama auspiciador para las regiones del centro solo duró unas semanas y, como la ciudad más bohemia de Chile (creo yo), no podemos permitir que nuestro comportamiento nos haga volver al encierro en temporada estival.