Fernando Chiffelle Ruff
Se están dando los primeros pasos para crear regionalmente métodos alimentarios más sostenibles con una nueva generación de agricultores, para así en 30 años más Tarapacá sea un referente de la agricultura del desierto.
Agricultura del Desierto para asegurar la alimentación de Tarapacá.
Según la FAO, la agricultura en el siglo XXI se enfrenta a múltiples retos: tiene que producir más alimentos y fibras a fin de alimentar a una población creciente con una mano de obra menor, así como más materias primas para un mercado de la bioenergía potencialmente enorme, y ha de contribuir al desarrollo global de los numerosos países en desarrollo dependientes de la agricultura, adoptar métodos de producción más eficaces y sostenibles y adaptarse al cambio climático.
El futuro de la alimentación y la agricultura enfrenta incertidumbres que suscitan importantes preguntas y preocupaciones respecto de su rendimiento y su sostenibilidad. Estas incertidumbres se centran en distintos factores, como el crecimiento de la población, las elecciones sobre nuestra ingesta nutritiva, los avances tecnológicos, la distribución de ingresos, el estado de los recursos naturales, el cambio climático y la sostenibilidad de la paz, por nombrar unos cuantos.
En el reporte “El futuro de la alimentación y la agricultura: tendencias y desafíos”, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), estima que en 2050 la agricultura tendrá que producir casi 50 por ciento más de alimentos.
La región de Tarapacá no está exenta de este escenario y es por ello por lo que está trabajando en este reto. Nuestra región ha comenzado a crecer agrícolamente en nuevas zonas, especialmente en Bajo Soga, La Tirana, Pintados, que son de las más secas de la tierra, también ha iniciado la incorporación de nuevos procesos y tecnologías para optimizar el recurso hídrico e incorporar nuevas fuentes de agua. El aumento de la producción requerida para compensar la creciente demanda de alimentos en Tarapacá debe venir especialmente de progresos en la productividad y de la eficiencia en el uso de los recursos.
En un plazo de 30 años nuestro principal reto es producir más con menos, preservando y mejorando al tiempo los medios de subsistencia de los pequeños agricultores familiares y asegurando el acceso de los más vulnerables a los alimentos.
Tarapacá ha comenzado a transitar en una ruta de producción alimentaria más sostenible con un uso más eficiente de la tierra, el agua y otros insumos y minimice el uso de combustibles fósiles, sirviéndose de la energía renovable disponible. Esto está requiriendo más inversiones en sistemas agrícolas y agroalimentarios, así como un mayor gasto en investigación y desarrollo, para promover la innovación, apoyar el aumento sostenible de la producción y encontrar formas mejores de abordar cuestiones como la escasez de agua y el cambio climático.
Nuestra región depende alimentariamente, aproximadamente en un 55%, de otras regiones del país o de otros países, brecha que hay que disminuir rápidamente, generando más alimentos locales como frutas y hortalizas que se pueden producir en nuestro territorio como también vender para otras localidades. En esta tarea contra el tiempo, de producir más alimentos para garantizar la seguridad alimentaria, no podemos pasar por encima de la soberanía alimentaria, es decir debemos rescatar, apoyar, proteger los alimentos locales como la quínoa, ajo, orégano, zanahoria, tumbo, huacatay, capulí, entre muchos otros productos que le dan la identidad a la región. Se está potenciando la Pampa del Tamarugal por medio de proyectos y programas de FIA, Indap, Conadi, CNR, para especializarla en la seguridad alimentaria, y las quebradas, altiplano y oasis para incrementar la soberanía alimentaria por medio de Sipan, INIA, Conaf, principalmente, sin ser estas áreas excluyentes en sus funciones.
Al crecer la población demandará más agua, hay que recordar que la primera prioridad que tiene este recuso es para el consumo humano. Esto nos pone en una situación compleja, hay que producir más alimento con menos disponibilidad de agua, sumando las características desérticas regionales. Es por ello por lo que se está utilizando la tecnología disponible, actualmente se ha iniciado la tarea de masificar la utilización de invernaderos hidropónicos, con energía renovable, sistemas que permiten producir más, y en forma más rápida, hortalizas y frutas, con mucho menos agua y en forma inocua. Otro objetivo en esta línea es buscar nuevas fuentes de agua para la agricultura, como atrapanieblas, utilización del agua atmosférica, reutilización del agua, desalinización, recarga de acuíferos, cosecha de agua (piscinas de decantación, guateros, por dar ejemplos que almacenen el agua de las lluvias estivales por mencionar algunas), objetivos de mediano – largo plazo dadas sus características de inversión, pero que se están incorporando como matriz de diversificación hídrica irrenunciable.
Nuestros agricultores, como promedio, superan los 65 años, en diez años más no estarán para cumplir estos objetivos, por lo tanto se está trabajando en forma urgente para crear un cambio generacional, atraer a los hijos y nietos de los actuales agricultores, los cuales tienen una relación estrecha con la nueva tecnología, se han capacitado en distintas tecnologías, son los que trabajarán abriendo y cerrando válvulas de riego desde sus celulares, fertilizarán con drones, utilizarán la agricultura de precisión, utilizarán sus actuales conocimientos en comercialización y valor agregado. Actualmente la juventud se está integrando con gran aceptación en la producción hidropónica, se está trabajando, para que ellos tengan nuevas fuentes de ingresos, con la introducción de nuevas variedades mucho más rentable como el dátil, azafrán, equipamiento de plantas de procesamiento de quínoa, comercialización, con el propósito de que el territorio le de reales y atractivas fuentes de ingreso que permita su permanencia en la actividad agrícola. Se promulgó la Política Nacional de Desarrollo Rural, donde 12 Ministerios Públicos deben reducir la desigualdad entre el mundo rural y urbano, con indicadores concretos que debe hacer seguimiento Odepa, instancias que generarán condiciones de salud, conectividad, educación, etc, que buscan favorecer la incorporación de la juventud al mundo rural.
El cambio climático, otro factor considerado en esta tarea, nos está ocupando en generar mejores defensas fluviales, redes de estaciones meteorológicas más potentes, modificando o incorporando nuevas variedades productivas adaptadas a estas nuevas condiciones climáticas.
Se está trabajando especialmente con el SAG para prevenir amenazas transfronterizas y emergentes para los sistemas agrícolas y alimentarios, como el contrabando de frutas y hortalizas, productos químicos, animales, que afectan el principal valor de nuestro trabajo agrícola, reconocido en el mundo entero, el patrimonio fitosanitario.
En resumen, hoy estamos trabajando en generar más alimento para asegurar su disponibilidad y proteger su soberanía, con la obligación de optimizar e incorporar nuevas fuentes de recursos hídricos, modernizando la agricultura en forma asociativa. Se están dando los primeros pasos para crear regionalmente métodos alimentarios más sostenibles con una nueva generación de agricultores, para así en 30 años más Tarapacá sea un referente de la agricultura del desierto.